El pasado mes de agosto, el Harvard Growth Lab venía a publicar un interesante estudio que, pese a su relevancia, parece haber pasado relativamente desapercibido. El documento en cuestión analiza datos y magnitudes económicas, a partir de las cuales genera nuevos argumentos a favor de la importancia del mantenimiento de los viajes de negocio, y por consiguiente para la revisión de las políticas de viajes en el contexto post-COVID-19.

El aspecto más interesante del informe, es que a diferencia de estudios previos, como el de Oxford Economics o los estudios de GEBTA, acerca del impacto y la correlación de los viajes en el comercio, el documento del Harvard Growth Lab parte de un approach distinto, el de la transferencia del know-how, que viene a reforzar el papel de los viajes de empresa y la conveniencia de replantear el actual debate acerca de su contribución al crecimiento global, también en la era de la post-pandemia.

El punto de partida del informe consiste en analizar cómo se mueve el know-how. A diferencia de la información y el conocimiento codificado que podemos hallar en libros, computadoras, gráficas o algoritmos, el know-how residiría en el cerebro humano y se caracterizaría por un proceso de transferencia más lento (de cerebro a cerebro), basado en años de experiencia.

A partir de dicha premisa y del análisis de los datos económicos objeto del informe, es posible inferir que la mayor o menor capacidad de transferir de modo rápido el know-how estaría directamente relacionada con la velocidad a la que “movemos” cerebros.

Esta afirmación tiene unas enormes implicaciones para los viajes de negocio, en la medida en la que supone una relación causal entre la movilidad corporativa y profesional entre compañías, regiones y países, por un lado, y los niveles de crecimiento y desarrollo económico.

Para demostrar la correlación entre el movimiento del know-how a través de los viajes de negocio y el crecimiento económico, el informe publicado por Harvard analiza el impacto en términos de incremento de productividad y de empleo de las industrias y actividades económicas receptoras del know-how, a partir del estudio de los efectos de las redes de relaciones que se establecen entre los nodos (mercados/países), basados en los viajes corporativos.

Los resultados obtenidos vienen a confirmar la citada hipótesis, y por consiguiente la correlación en cuestión, a la vez que ofrecen indicadores y estimaciones acerca del impacto económico en los supuestos de una reducción de la transferencia de know-how en los mercados objeto de análisis, vinculada con los viajes profesionales.

Para entender mejor el planteamiento, vamos a suponer el caso de los viajes corporativos de las empresas japonesas. De acuerdo con el modelo econométrico del estudio, la interrupción de los viajes de empresa japoneses afectaría principalmente a sus principales nodos (Corea del Sur, China, Vietnam, Tailandia o Filipinas), pero tendría también efectos significativos en países como India, Alemania, EEUU o Arabia Saudita, en los que la reducción de transferencia de know-how generaría una pérdida de PIB de entre un 0,1% y un 2,3%.

Aunque el estudio se centra en analizar y contabilizar los impactos que generan los viajes de negocio en los países de destino, fundamentalmente a través de las relaciones que se establecen en torno a los procesos de internacionalización de las compañías mediante filiales o sucursales de las matrices, el razonamiento funciona también en sentido inverso, cuando los empleados de las sucursales se desplazan a sus matrices, y por supuesto resulta igualmente trasladable a los viajes corporativos que tienen por objeto la asistencia a congresos, conferencias o convenciones, en los que la transferencia de know-how genera efectos en los mercados y en la industria de origen del viajero, tal y como reconocen los propios autores del informe.

A diferencia de los procesos de transferencia de información codificada, que vienen a operar de modo semejante a la transferencia de datos a través de bytes, la transferencia de know-how no puede resolverse del mismo modo, porque contrariamente a los datos el cerebro se asemejaría a las CPUs, capaces de generar procesos paralelos de computación, cuando trabajan en equipo. De ahí la menor contribución y eficiencia de la tecnología y las reuniones virtuales frente a los viajes y las relaciones presenciales en los procesos de transferencia de conocimiento o know-how.

Esta evidencia resulta especialmente relevante, en la medida en la que nos traslada forzosamente a un probable escenario en el corto plazo, en el que las compañías opten por aplicar reducciones significativas en sus presupuestos de viajes, presuponiendo resultados similares entre las reuniones virtuales y las reuniones presenciales.

Siendo evidente que los resultados no son equiparables, el objetivo de las organizaciones en el nuevo contexto debe consistir en identificar en cada momento qué opciones responden mejor a la consecución de los objetivos que se pretenden, escogiendo cuándo deberíamos optar por la presencialidad y cuándo por la reunión virtual.

A fin de cuentas, es absolutamente imprescindible que a medida en que se vayan levantando las restricciones y limitaciones a los viajes las empresas vuelvan a reactivar la “movilidad de cerebros”, si queremos evitar una pérdida de PIB global del orden de dos dígitos.

Marcel Forns © GEBTA 2021

 

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