A diferencia de la situación que los viajes de negocio han vivido en estos últimos años, el ejercicio 2019 anticipa algunas sombras que empresas y TMCs deberían tomarse muy en serio, a la hora de enfocar el próximo año y seguramente también los que le sigan. Y es que en 2019 confluyen, como mínimo, tres factores que suponen cambios relevantes en el contexto en el que se mueven los viajes de negocio. Conviene tenerlos bien presentes, por los efectos que pueden ejercer sobre las políticas de viajes de las corporaciones.
El primero de estos factores tiene que ver con la clara ralentización de la economía mundial. Hace tan sólo unas semanas el FMI revisaba a la baja las previsiones de crecimiento económico para 2018 y 2019 y lo hacía casi sin excepciones en todas las áreas geográficas, también en España.
El segundo elemento a considerar tiene que ver con la tensión comercial, que ejerce de acelerador del menor crecimiento global, pero que tiene una dinámica propia, derivada fundamentalmente de la agenda comercial del Presidente de los EEUU. Los efectos más visibles de dicha agenda son las políticas de aranceles entre EE.UU.y China o la Unión Europea, pero también la revisión de los acuerdos y convenciones internacionales o la renegociación de tratados como la NAFTA, que reflejan escenarios más proteccionistas, con mayores barreras de entrada para determinados productos, y en definitiva, una menor globalización y apertura de los mercados.
Finalmente, a este contexto se viene a sumar un tercer factor, que incide directamente en el presupuesto de los viajes de las corporaciones, como es la tendencia al alza de los precios de los servicios (aéreo y de alojamiento básicamente) en buena parte de las áreas geográficas y de modo particular en aquellos mercados a los que se desplazan principalmente las empresas españolas, como es el caso de Europa, o en los que los viajes habían experimentado mayores tasas de crecimiento en los últimos años (Asia). Un reciente estudio de American Express GBT prevé de hecho que ya para el 2018 el gasto en viajes de empresa en España habrá crecido cerca del 7%, cuando hasta la fecha, el indicador del gasto siempre había ido por detrás del incremento de la intensidad viajera o, en otras palabras, del número de viajes de las corporaciones.
Ante este escenario, caracterizado por un menor crecimiento mundial, mayores barreras comerciales y costes a la alza, la principal pregunta que cabe formularse es ¿cómo van a comportarse las empresas españolas? Y por extensión ¿cómo deben reaccionar las TMCs para poder seguir contribuyendo a dinamizar la actividad exportadora de las empresas, que tan buenos réditos ha generado en los últimos años?
A la primera pregunta creo que podemos responder de manera relativamente rotunda: las empresas no van a dejar de viajar por el contexto económico ni por el hecho de que sepan que el coste de los servicios va a crecer, sino que tenderán a mantener en el corto plazo la dinámica viajera por necesidad e inercia. Pero a la vez, en un entorno de costes al alza y menor retorno de la inversión, también es previsible que incrementen la presión para contener los costes y maximizar el ROI de la partida de viajes.
Esta hipótesis nos sirve para responder a la segunda pregunta: ¿Cómo deben comportarse las TMCs? Pues como espera de ellas el cliente. Y esto sitúa a las TMCs en un escenario en el que va a ser fundamental, la capacidad de contribución a los objetivos de contención de costes.
Llegados a este punto, en mi opinión, son dos los drivers que las TMCs y las empresas deberían considerar de modo preferente.
El primero de ellos es la capacidad tecnológica para acceder a TODO el inventario de los proveedores; un inventario cada vez más fragmentado, menos transparente y más volátil, por efecto de la intervención de elementos como la irrupción del NDC y la consiguiente voladura del principio del full content, o el cambio de las políticas tarifarias en el ámbito del alojamiento, cada vez más orientado al dynamic pricing, entre otros.
A falta de capacidad para negociar tarifas con todo el portafolio de proveedores, por efecto del desequilibrio de las partes negociadoras, o por la simple inercia alcista del mercado, el segundo gran driver para el 2019 debiera ser la gestión de los costes ocultos directos e indirectos. Es justamente en este apartado donde las TMCs y las empresas disponen de mayor recorrido para conseguir una mayor contención del gasto.
Ambas opciones, la integración de la totalidad del inventario para obtener la mejor tarifa lógica posible, y la reducción de los costes ocultos, ponen indefectiblemente en el centro del tablero a la tecnología y la digitalización.
Pero de su buena implementación dependerá, no sólo la mayor contención del gasto, sino la capacidad de mantener la dinámica viajera de las compañías españolas -la intensidad y frecuencia del viaje- por un lado, y la mayor disponibilidad de recursos para continuar desarrollando las políticas de seguridad y prevención en viajes.
En definitiva, reflexiones a tener en muy cuenta, de cara al ejercicio que en breve vamos a estrenar.
Marcel Forns (c) GEBTA 2018