A la luz de diversos indicadores, el 2017 se prevé positivo. La evolución de la actividad presenta indicios de mantener el buen tono y pese a la incertidumbre que sigue rigiendo sobre el crecimiento económico global, la actividad de las sociedades españolas en el exterior no ha dejado de crecer, se ha ampliado la base de empresas con negocio internacional, y se ha generado una inercia estable y sólida. A este dato hay que sumar la recuperación de la demanda interna, que se había visto muy afectada hasta finales del 2014. A la vista de estos datos, todo hace pensar que las empresas españolas mantendrán dinámicas de actividad viajera similares a las registradas en el 2016, si bien es probable que deban asumir ligeras alzas en los costes de los servicios, consecuencia fundamentalmente de la evolución de los precios de alojamiento y restauración en algunas de las principales plazas de negocio en las que tiene lugar la actividad de aquéllas, así como los derivados de la evolución del dólar respecto del euro, cuyos efectos podrán verse reflejados, por ejemplo, en los costes del transporte.
Por otro lado, en el 2017 asistiremos al desarrollo de las normativas y protocolos internos en materia de seguridad y de gestión de riesgos, como parte integrante de las políticas de viajes de las corporaciones. La mayor complejidad y responsabilidad asociadas a la seguridad en viajes, debería comportar una paulatina ampliación de los niveles de participación en dichas políticas de departamentos hasta ahora alejados de la gestión del viaje, de modo particular de los equipos de RR.HH., además de la propia dirección.
Sin perjuicio de que los factores de entorno son los mismos para todos los países, en particular en economías altamente globalizadas y cada vez más interdependientes, a priori existen dos elementos fundamentales que pueden marcar la diferencia de España respecto de sus vecinos europeos, en términos de evolución. Por un lado, desde un punto de vista interno, el 2017 debería marcar un punto de inflexión en términos de inversión en viajes, como consecuencia de la “vuelta a la normalidad” de España, una vez constituido el Gobierno a finales del 2016. Con la superación del largo período de interinidad, es previsible que el ejecutivo dé luz verde a muchos de los proyectos públicos que se han visto paralizados durante prácticamente dos ejercicios y que han constituido un factor inhibidor del crecimiento de la actividad, y en consecuencia también de los viajes de negocio. Por otro lado, a diferencia de algunos de los mercados competidores de nuestro entorno, España sigue gozando de una dinámica más propicia para el desarrollo de la actividad exterior. Al margen del calendario político de algunos de nuestros vecinos europeos, la constante mejora de la conectividad internacional y los elevados niveles de competencia en las principales rutas deberían ser una vez más un factor que juegue a favor del aumento de la inversión en viajes corporativos por parte de las empresas españolas, cuyo incremento de actividad e inversión podría situarse de nuevo por encima de la media de referencia, con el consiguiente impacto en términos de ingresos por exportación. Finalmente y desde un punto de vista del negocio y de la praxis sectorial, la empresa española continuará por la senda de su rápida adaptación a los patrones de comportamiento de sus colegas europeos, recortando de este modo la distancia con aquellos mercados con mayores niveles de madurez.
Uno de los principales retos de este sector de actividad, es la penetración de las buenas prácticas y de la lógica del negocio en el segmento de las pymes, con el objetivo de impulsar el crecimiento estable y la ampliación de la base de las pequeñas y medianas empresas españolas con negocio exterior. Al mismo tiempo y desde un punto de vista global, el viaje de negocio debe evolucionar hacia una disciplina mucho más transversal, acorde con las diferentes dimensiones y ámbitos en los que tiene incidencia dentro de las empresas. Esta afirmación implica la revisión del tratamiento del viaje de empresa dentro de las corporaciones, con el objeto de añadir a la gestión ordinaria “capas” de participación asociadas a aquellos departamentos o áreas funcionales a los que afecta, desde los departamentos de recursos humanos a los comerciales. Esta vía de carácter transversal, que debe comportar entre otros aspectos la revisión de muchos de los indicadores (KPIs) que venimos utilizando, es absolutamente imprescindible si queremos dotar al viaje de su auténtica dimensión, si pretendemos multiplicar el rendimiento y la productividad de los desplazamientos, y sin ningún tipo de duda, si aspiramos a atender y cubrir adecuadamente las exigencias asociadas al risk managment.
 
Marcel Forns (C) GEBTA 2017

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